Una conversación que escuchamos muy frecuentemente, especialmente entre parejas, es la siguiente:
Persona A: «es que parece que no me escucha, es como hablar contra una pared»
Persona B: «es mentira, ¡sí que te escucho!»
Muy probablemente la persona B sí está escuchando, pero esto no es incompatible con que la persona A no se sienta escuchada. Lo que está sucediendo en esta conversación es que no hay escucha activa.
La escucha activa es la habilidad de escuchar, tanto lo que la persona expresa verbalmente, como sus sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen a lo que está diciendo. Para conseguirlo se debe trabajar la empatía, es decir, saber ponerse en el lugar de la otra persona.
Ingredientes de la escucha activa:
- No interrumpir
- Evitar distracciones y buscar el momento y lugar adecuados.
- Reflejar los sentimientos que expresa el otro y nosotros hemos percibido.
- Ej.: Por lo que me dices, veo que estás muy afectada, ha debido molestar mucho eso que me cuentas.
- Reformular con nuestras palabras lo que el otro está diciendo.
- Ej.: Entiendo por lo que me estás diciendo que en esa situación a ti te hubiera gustado estar más apoyada, ¿es así?
- Hacer eco de lo que nos está diciendo. Repitiendo palabras claves del discurso.
- Invitar a seguir hablando con “abre puertas”, bien no verbales: postura corporal inclinada, expresión facial, mirada atenta… o bien a través de componentes verbales: “Explicame más de eso”, “Me decías que…” “Vaya, ¿y cómo te sentiste?”, “tuvo que ser difícil, ¿qué más sucedió”…
Si la persona B de nuestro ejemplo siguiese estás pautas es muy probable que la persona A sí se sintiese escuchada, apoyada y respaldada; además, mejoraría el vínculo entre estás dos personas al ser una conversación empática y haría más probable que la persona A se sintiese con ganas de seguir hablando o de contarle otras cosas a la persona B, mejorando a su vez la satisfacción de ambas.
Te animamos a que pongas en práctica estás pautas y nos cuentes que tal te ha ido.